domingo, 15 de diciembre de 2013

13 de noviembre 2013

PASAJERO DE UNA PESADILLA
Omar Mignola pasó por las catacumbas de La Perla y sobrevivió para contarlo

           Omar Mignola es un hombre simpático, de ojos vivaces, bajo de estatura, pero de enorme entereza. Por momentos es llamativo escuchar cómo relata las penurias y torturas a las que fue sometido durante largos años sin demostrar rencor hacia sus captores. “Tengo cosas más importantes que hacer que odiarlos” dice simplemente.
Nombre históricamente ligado al comunismo villamariense, fue uno más de la gran cantidad de desaparecidos que pasaron por La Perla, transitó por varias cárceles argentinas y vivió en carne propia todos los excesos de uno de los períodos más oscuros de nuestra historia.
Reconoce no saber por qué él está vivo y otros no, pero lo hace con la naturalidad de quien se entrega al destino sin la necesidad de buscar respuestas imposibles de encontrar. Acepta con hidalguía lo que le tocó y no se queja. Es el precio que debió pagar por ser fiel a sus ideales.
Hablar con él es recibir una lección de militancia, ese deber al cual entregó gran parte de su vida y que aún hoy lo moviliza.

-          Omar, ¿cómo nace su historia de militancia?
-          Bueno, yo en realidad soy de Monte Buey, y recuerdo que en plena segunda guerra mundial, yo ya repartía el diario La Hora y el periódico Orientación, que eran los medios oficiales del comunismo en nuestro país. Vivía en un barrio de obreros rurales en donde todos eran comunistas, así que desde pibe estuve metido en esto de la militancia. Mi padre fue preso en el ’43 en época de dictadura y bueno, ya no paré más. Milité siempre, en mi pueblo natal y luego en Villa María.
-          Una faceta muy particular que tuvo lugar en los años oscuros del Proceso es que el comunismo dio apoyo crítico a la dictadura….
-          Exacto. En mis años de cárcel, tuve la oportunidad de dialogar, de debatir muchísimo con gente del ERP, de Montoneros…. toda gente muy valiosa, inteligente, valiente, pero nosotros discrepábamos porque sosteníamos que no estaban dadas las condiciones para la lucha armada y teníamos razón, porque secuestraron y mataron a gran parte de las organizaciones armadas. Además, estaban muy infiltrados por los servicios de inteligencia. Fue una lástima porque se perdió una generación muy capaz.
-          El comunismo en cierto modo decide apoyar al gobierno de Jorge Rafael Videla porque sostiene que era un “moderado” que podía contener a un ala mucho más “dura” dentro del ámbito castrense….
-          Sí, pero de cualquier manera es un error garrafal de la dirigencia del partido. Eso provocó grandes divisiones en su seno. Yo sigo siendo un comunista visceral, como dice José Saramago, pero no participo en las dos corrientes que hay hoy en día. Continúo adhiriendo al marxismo, y veo bien que las distintas tendencias se agrupen en este proyecto nacional y popular, pero no me identifico con ninguna.
-          ¿Hubo detrás del “apoyo crítico” del comunismo alguna injerencia soviética, teniendo en cuenta la buena relación comercial URSS-Argentina de ese momento?
-          En esa época era mucha plata la que se comercializaba en cereales. Yo creo que sí, puede ser que haya habido algo. No obstante, lo que sí hubo fue un error grande de visión por parte de los soviéticos sobre lo que era esta dictadura cívico-militar.
-          Usted llevaba una vida tranquila, con su panadería, y de repente es detenido. ¿Cómo termina en La Perla?
-          Bueno, a mí me conocían todos, sabían que era militante comunista, y el partido y sus órganos de prensa eran legales. Nunca fueron ilegalizados, pero qué le importaba eso a la dictadura. Un día a Menéndez se le ocurrió que teníamos que ser detenidos  y terminamos adentro con una decena de compañeros. Venía muy pesada la mano y estuvimos un día en la Jefatura y de ahí pasamos a la cárcel de Villa María. Nos ataron con alambres y cadenas y nos trasladaron directamente a La Perla.
-          ¿Usted a esa altura tenía conocimiento de que existía La Perla?
-          Sí, se sabía de La Perla y La Ribera, pero lo que no se conocía era el nivel de brutalidad que se practicaba allí. Nosotros éramos viejos militantes y hacíamos política abiertamente, o sea que creíamos que, al no pertenecer a organizaciones armadas, no iba a pasar demasiado con los comunistas. Y ellos lo sabían bien eh, pero todo lo que oliera a “zurda” iba a parar a la misma bolsa. Una vez adentro no sé qué querían averiguar, si mis antecedentes los conocía todo el mundo. Mucha gente tiene un concepto equivocado sobre lo que se vivía en La Perla. Allí se torturaba por gusto, los torturadores eran tipos tarados que hacían sufrir por placer.
-          Nunca quedó en claro el criterio selectivo que usaron los militares para decidir quién se salvaba y quién no.
-          Seguro. Si vos me preguntás hoy por qué me salvé, me ponés en un aprieto, porque no sabría qué responderte. Yo ahora pienso en lo que fue mi paso por La Perla, y tengo más dudas que certezas. Si intento una respuesta para explicar mi supervivencia, no la encuentro.
-          Leí por allí que una de las peores torturas psicológicas era el ruido.
-          Ah, era terrible. Eso era lo peor, porque te ponían una radio a todo volumen, pero no en una emisora, sino para que hiciera ruido de interferencias. Y así horas y horas. Te vuelve loco eso, a tal punto que muchas veces me planteé si éso no era la demencia. Y en un momento lo paran y vos respirás aliviado…. y automáticamente te lo vuelven a prender y empieza de nuevo la locura. Por eso, algunos compañeros planteaban la fuga, dentro de su desesperación. ¿A dónde iban a irse?. Era imposible escaparse si estábamos atados y encadenados. En un momento comienzo a alucinar y yo decía que venía en representación del Ejército del Norte, y estaba pensando en la guerra de secesión de los Estados Unidos…. Y me daban una paliza de nuevo……
-          Y un día, llega el “traslado” con todo lo que ese término significaba….
-          Claro, nos meten en un camión y nos llevan a la penitenciaría de Córdoba. Ahí pensé que al menos, pese a que no estábamos a disposición del Poder Ejecutivo, íbamos a salir a la superficie, pero nos siguieron dando como a gato en bolsa. Estuvimos alrededor de un mes y nos sacan, siempre a patadas y golpes, para llevarnos en un Hércules….
-          Y ahí usted pensaba lo peor…..
-          Seguro, ya veía que nos tiraban al mar, pero bueno, llegamos a tierra firme y nos llevan a la Unidad Penal 9 de La Plata. Ahí sí ya quedamos a disposición del PEN, estábamos blanqueados. Ya se empezaba a sentir el bombardeo de los organismos de derechos humanos y entonces uno tenía más esperanzas de sobrevivir.
-          Igual, el régimen carcelario era duro.
-          Uff…… Te cuento: siempre nos bañaban con agua fría, y una vez, en junio, me metieron en la celda de castigo todo mojado con agua helada y me prendieron un ventilador gigante. Era inaguantable el frío. No sé cómo no me morí ahí. En ese lugar llegué a tomar agua del inodoro, porque no nos daban nada de líquido….
-          O sea que usted se perdió cuatro años en cautiverio.
-          Sí, más o menos. Pasé por las cárceles de Bell Ville, Marcos Juárez, Villa María, La Plata…. Y cuando me soltaron, estuve con un año de libertad vigilada, o sea que todos los santos días debía presentarme en la Policía de Villa María y no podía salir de la ciudad.
-          ¿Y cómo fue su reinserción a la sociedad tras todo este tiempo?
-          En lo laboral no hubo problemas, porque mi panadería siguió funcionando con mi hermano y mi señora. En lo social, los amigos y conocidos estaban y, aun con miedo, siempre me recibieron muy bien. Cuando salí, volví a la militancia y seguí haciendo mi vida lo más normalmente posible.
-          Y es bueno destacar que hemos podido, como sociedad, mantener 30 años consecutivos de democracia, algo que pocas veces ocurrió en nuestra historia.

-          Eso es valiosísimo, sobre todo el hecho de que, pensemos como pensemos, tenemos nuestro espacio. ¿Sabés lo que sería en el ’76 que un “bolche” como yo te estuviera hablando?. Nunca me imaginé que íbamos a tener un país consolidado en donde se pudiera opinar libremente. Y eso, hay que defenderlo a capa y espada.

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