lunes, 23 de diciembre de 2013

23 de diciembre 2012

Serie “Tributo al punk argentino”

RICKY NOT DEAD

 Cuando se escribe una biografía, seguramente  hay varios objetivos a cumplir: rigor periodístico para lograr un buen producto, seriedad en la investigación, buena redacción que permita que el lector sea cautivado….. A veces se logra, en otras no.
Sebastián Duarte es el autor de “Ricky de Flema, El Ultimo Punk”, un trabajo que reúne todas las condiciones de las que venimos hablando. Ya de por sí, Ricky Espinosa es un personaje que protagonizó mil y una anécdotas para revivir, pero el tema es que Duarte ha logrado combinar un montón de condimentos en pizcas exactas para lograr que el lector tenga ganas de devorarlo de principio a fin.
Charlamos con Sebastián para conocer la razón de hacer un libro sobre este emblema del punk nacional trágicamente fallecido en 2002.

- ¿Por qué un libro sobre Ricky?. ¿Podemos decir que Ricky fue una especie de GG Allin argentino?
 -A Ricardo no lo compararía con nadie. Me parece que él era muy genuino. Claro que con condimentos de otros, pero era muy personal, muy del conurbano bonaerense, muy de la idiosincrasia de su barrio, Gerli, en Avellaneda. Motivos más que suficientes habían para contar sobre su vida. Ricardo era un músico distinto al resto antes de que Flema se hiciera conocido en el under; era una persona que llamaba la atención más que otros en nuestro barrio. Era un pibe con empuje, una persona que a pesar de sus dificultades económicas o de vicios, siempre supo lo que quería hacer con su banda, Flema, a tal punto de llegar hasta la cúspide del punk rock defendiendo su postura y elecciones artísticas, alejadas del gran mercado discográfico, que él tanto detestó en vida.
- A lo largo de tu investigación, ¿qué significó para todo un movimiento que excede el género musical?.
-Más allá de tratarse de un músico de procedencia punk, se trató de un muchacho de barrio que peleó por sus sueños. Un muchacho que venía de una familia humilde. Un muchacho que amaba a su barrio y a amigos de toda la vida. Amaba al club de su barrio, El Porvenir. Él fue un rockero que decía en cuatro renglones cosas que quizás a cualquiera le puede llevar cinco carillas para expresar lo mismo. Quizás hayan muchos Rickys en el conurbano bonaerense. Creo que él fue y aún es un representante de todos ellos. El que más lejos llegó. Titulo el libro como “El Ultimo Punk” como para orientar al lector. No significa que no hayan otros punks. Seguramente los haya en barrios de Buenos Aires o del interior del país. Ricardo fue un líder y un amigo de la gente. Se manejaba por las calles. Siempre aparece gente que me cuenta alguna anécdota vivida con Ricardo en algún kiosco de turno en lugares impensados.
- Según tu libro, Ricky no fue un border desde pibe, sino que se transforma en su adolescencia. ¿Podemos decir que en su última etapa se lo comió el personaje?.
 -No creo que él haya sido un personaje. El solamente personajeaba cuando iba a la televisión y hablaba en las radios o diarios. Pero dentro del contexto diario era tal cual se lo veía. Lo mismo arriba del escenario como abajo. Ricky era un auténtico punk. Y no se necesita llevar una cresta en la cabeza o una cadena con candado en el cuello para ser punk. Punk se es por principios. Él era un anarcopunk. De ideologías fuertes. Y defensa de convicciones. Era tan punk que desafiaba al mismo punk; él iba contra lo preestablecido. Los punks extremos detestan la música salida del hippismo, como por ejemplo la de los Rolling Stones. Y Ricky escuchaba a los Rolling Stones, era fanático. Y para chocar contra ese prejuicio de los punks, él subía al escenario con una remera con la lengua de los Stones. Ricky era un pibe bueno, de buena estirpe, una persona generosa. Era simpático y macanudo. Era un flaco con mucha onda. Se transformaba en un ser tedioso luego de consumir alcohol. Se descarriaba con los vicios.
- Siemre se comentó que en esa época los recitales punk eran un reviente. ¿Contribuyó ese ambiente para generar y agrandar el mito de ricky?.
-No creo que sea por ese motivo. Es que los músicos que mueren jóvenes siempre generan mitos. Si fueron representantes de un movimiento o de un sector determinado, siempre terminan en un lugar de héroes. En realidad Ricardo pertenece a una generación donde el rock era heroico. Sus formas eran así, al límite. El rock se vivía en la sangre y bajo una filosofía de vida. En el caso suyo, no es que se trató de un tipo que para trascender vivía al límite, sino que él vivía al límite porque era un romántico, un atormentado. Porque su forma de pensar chocaba contra una manera preestablecida de vivir y moverse dentro de una sociedad. Ricardo no cuajaba. Él lo sabía. Y sufría por eso. Quienes lo conocimos nos dábamos cuenta de lo que le sucedía.
- ¿Qué cosas encontraste en la investigación que te hayan sorprendido?.
-Me sorprendió el poco valor que le daba al dinero. A él le gustaba tener dinero para comprarle una pilcha o un aparato de gimnasia a su novia, para manejarse en remises cuando tuvo problemas con la policía, o bien para financiar sus vicios. Pero después no le daba otro valor, como en general se valora al dinero. Él podía haber recibido bastante dinero porque las discográficas multinacionales le propusieron contratos interesantes. Pero él no firmó porque pensaba que vendería su alma al enemigo. Tuvo las posibilidades, pero primó su ideología. Ese punto me resultó interesante. Otro tema que llamó mi atención tuvo que ver con el asunto de su muerte. Investigando sobre el tema encontré que tuvo varios intentos de suicidios anteriores a su desenlace. Incluso su madre me leyó una carta que encontró el mismo día que fui a hablar con ella y su marido por el tema del libro. La mujer esa tarde encontró en un caño de una silla playera una carta de despedida que fue escrita por Ricardo en 1998, cuatro años antes de que se lanzara al vació del monoblock en Avellaneda.
- Si bien los tiempos han cambiado, ¿no hubo otro referente punk como él?
-Creo que Ricky toma dimensión porque fue el representante de los sin voz, de un sector social desamparado. También porque sus letras desgarradoras tocaron y tocan las fibras de muchos adolescentes y no adolescentes. Creo que las letras de Ricardo, a los que ya somos gente grande, nos otorgan una reflexión. Mucho de lo que él escribió es sinceridad brutal. Y nosotros, que nos quedamos, deberíamos preguntarnos hasta qué punto somos conscientes de cómo nos movemos en una sociedad plagada de caretismo, conveniencias y materialismo. Cuando recuerdo a Ricky, siempre me pregunto eso. Ojalá que quien se acerque al libro, y luego a su obra, pueda buscar esa temática, analizarla y preguntarse cómo vive su día y día.

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