21 de diciembre 2013
LUCHANDO POR EL METAL
Recurro a mi experiencia personal para formar un marco referencial
sobre esta nota.
Tenía 14, 15 años y me identificaba con el heavy metal. Escuchar, se
escuchaba poco, porque lo importado tenía precios prohibitivos y acá la escena
era muy under. Sin embargo, Riff, V8 y alguno más siempre tenían un pequeño
lugarcito en los medios (aunque muchas veces fuera por los desmanes que se
producían en los conciertos).
Pero no rotaba un video ni de casualidad, y conseguir material
discográfico o alguna remera era misión casi imposible. Recuerdo que mi primer
cassette fue “Contenidos”, del Carpo y compañía y extranjero…. apenas si
llegaba el clip de I Was Made for Loving You de Kiss, que era más pop que otra
cosa.
La revista Metal no me llegaba, o al menos no era lo que yo entendía
por heavy metal… y un día pasé por un puestito y la ví….. Me acuerdo como si
fuera hoy. En la tapa, Blackie Lawless rodeado de calaveras. Era la Riff Raff.
A partir de allí fue conseguir los números atrasados y reservar los futuros.
Duró poco, pero era bueno y dejó una huella indeleble en el corazón de los
metaleros. Por eso, reivindicamos la revista con una más que merecida
nota-homenaje con su editor, Frank Blumetti.
¿Cómo surge la idea de hacer
algo dedicado al metal? Tengamos en cuenta que en esa época no era muy simple
encontrarse con medios del género.....
Riff Raff nació en buena medida
de las cenizas de la Rocker, otro proyecto previo y muy efímero (duró unos tres
números). Esa revista había sido armada por Jorge Zamorano (ya fallecido), un
diseñador gráfico de una editorial muy importante de la época llamada Julio
Korn (editaban la Anteojito, Goles, Vosotras y otras revistas grossas de los
70-80), que tras haber sido despedido cuando la empresa se vendió a otros
dueños cobró una buena indemnización, y con ella tenía el sueño de armarse su
editorial propia. Su primer experimento, entonces, fue la Rocker, que tenía
gente como Roberto Pettinato (que se había ido de la Expreso Imaginario), creo
que Alfredo Rosso también y otros nombres importantes del momento. Y tenía
novatos como yo, claro, que había conocido a Zamorano en un programa de rock de
Radio América, donde él anunció que buscaba periodistas y estudiantes de
periodismo para armar una revista de rock. Era 1984 y yo venía de hacer mis
primeras armas en la revista Cerdos & Peces, un clásico de los 80 dirigido
por Enrique Symns, y buscaba afirmarme como periodista laburando donde fuere,
pero mi sueño era trabajar en una revista de rock, si podía ser propia mejor, o
como mínimo estar a cargo. Y el milagro se dio: la Rocker nació y murió en el
85, cuando luego de tres números a Zamorano le hicieron alguna trapisonda en la
imprenta que contrataba y no le cumplieron con los tiempos de impresión, por lo
que perdió bastante dinero. Se lo compensaron de algún modo, y quiso empezar
otra vez pero con la idea clara de invertir poco y lograr el máximo posible.
Nos convocó a Daniel Ladich (compañero de la Rocker, a quien conocía de la
Twist & Gritos, otra revista ochentosa) y a mí para ver qué podía hacerse,
y ambos –poseídos totalmente por la fiebre metálica de mediados de la década-
le propusimos hacer una revista de heavy metal, que era nuestro máximo interés
y nuestra pasión, claro. De hecho, poco tiempo atrás la editorial Magendra (la
de la revista Pelo) había lanzado la Metal, una revista que para nosotros era
el colmo de la superficialidad y que no ocultaba sus intenciones de hacer
dinero con un producto menor aprovechando una pasión que por entonces crecía y
crecía. La Riff Raff fue, entonces, un sueño hecho realidad, un producto del
azar y una apuesta irreflexiva, una locura, en suma, para la época. Duró un año
aproximadamente, y le fue como le tuvo que ir, pero creo que logró dejar su
marca de alguna manera. Y de lo que allí se aprendió para bien o para mal nació
otro proyecto aún mejor, que fue Madhouse.
Personalmente, me subyugaban las tapas, porque nunca había visto fotos tan impactantes. ¿Cómo se laburaba en la búsqueda de contenidos cuando no había internet?
Cuesta imaginarlo, ¿no? La
Internet, bien manejada, hoy te soluciona TODO. Por entonces dependías de tu
voluntad, de tu imaginación y del material que podías conseguir de revistas
importadas y de las discográficas. Para 1985 la importación había caído
bastante tras lo que había sucedido mientras estaban los militares, y costaba
conseguir cualquier cosa de afuera, que además era carísima. Las discográficas,
como casi siempre pasa, tenían gente incapaz, indolente y/o desconocedora del
tema en el área de prensa y también costaba conseguir fotos, ni hablar de
notas. La otra opción era tener corresponsales o pen pals que te escribían de
otros países y que te enviaban material (revistas, discos, libros, etc.) y
arreglarse con eso… costaba mucho en general. Mayormente dependíamos, para
imágenes, textos y fotos de bandas extranjeras, de las revistas de EE.UU. y
Europa que con suerte y esfuerzo podíamos conseguir. No era lo ideal, claro,
pero no teníamos otra manera casi de informarnos.
¿Cuál fue la respuesta de la
gente y por qué duró tan poco?
Si hablamos de ventas, la
respuesta fue escasa. Ese y no otro fue el principal motivo del cierre, porque
teníamos pocos anunciantes –dado lo “rebelde” (remarco las comillas) de nuestra
temática- y no podíamos sostenernos con las ventas. Si hablamos de influencia
en la comunidad metalera, punk y rockera en general (que percibíamos como enorme
y que no lo era tanto por entonces), la respuesta fue muy buena: teníamos
autenticidad y eso la gente lo aprecia. Si bien éramos dos pibes los que la
empezamos y teníamos una ingenuidad pasmosa, la pasión que le poníamos al
proyecto trascendía el papel y mostramos que era posible hacer periodismo
rockero de otra manera, o mejor dicho con otra onda, con otro sentimiento.
Otra cosa que me gustó de
entrada es lo bien diagramada y escrita que estaba. De repente, estábamos
acostumbraos a los fanzines metaleros como única forma de difusión y aparece
Riff Raff bien diagramada y mejor redactada.
Es una pregunta que me
resulta interesante porque nosotros no estábamos muy conformes con los
resultados de la impresión y el diseño: nos mirábamos en el espejo de revistas
de afuera como Metal Hammer, Circus, Burrn, Kerrang, Hit Parader y
principalmente la Creem y nos sentíamos como los primos pobres del campo, en
todo sentido… pero en cierta forma sí, cambiamos el panorama conocido: éramos
como un super fanzine que competía en los kioscos con la Pelo, la Metal y
alguna otra, casi como un equipo chico que asciende a primera y la pelea con lo
que tiene y con lo que puede. Y cómo no le íbamos a llegar a los pibes que eran
como nosotros y que hablaban como nosotros y que escuchaban música, vivían,
pensaban, trabajaban y sentían como nosotros…
Tu libro "Heavy Metal
Argentino" refleja la historia del movimiento hasta casi sus "años
dorados". ¿El metal de los '80 será inigualable?
El libro que escribimos con
Carlitos Parise fue, en realidad, un borrador publicado por un editor
ansiosísimo de verlo en la calle: mucha gente lo ha leído y nos sigue
felicitando por el trabajo, pero es algo de lo que estoy contento a medias, y
espero que podamos reeditarlo algún día corregido y aumentado. Parte de las
raíces del género con Manal, Pescado Rabioso y Pappo’s Blues y llega al
eclecticismo de mitad de los 90, con todo lo que hay en el medio (con un relato
incompleto o mejor dicho inacabado, insisto), años ochenta incluidos, claro está.
Yendo al punto, sí, el metal de los 80 es inigualable –por tanto era fresco,
novedoso, energético, variado hasta cierto punto- y uno era pibe y lo vivía muy
intensamente. Pero inigualable no quiere decir inalcanzable ni mucho menos
insuperable; en los 90 se hicieron cosas muy distintas y por fortuna, muy
renovadoras también, algo imprescindible para que el estilo siguiera con vida.
En lo que va del siglo XXI veo muchas copias de copias de copias, veo
dinosaurios que siguen adelante porque tienen talento y ganas por un lado y
porque no hay bandas nuevas que los superen por el otro y veo poca cosa
estimulante: no hay un movimiento o una corriente o algo que mueva a los
chicos, que avive la rebeldía y el cuestionamiento, que despierte e inspire. Es
muy largo de explicar, pero lo que está claro es que actualmente el contexto
para el metal y para el rock todo es muy otro, y por ende la aproximación de la
gente hacia la música es otra. Pero a pesar de todo mantengo siempre la
esperanza de que surjan cosas mejores, que superen lo ya hecho no sólo en el
rock sino en todos los órdenes de la vida.
¿Por qué hoy, que hay muchos más
medios, no hay una revista que represente al metal como lo hizo Riff Raff?.
Por lo que dijimos antes: es
otra época. Riff Raff pecó de muy joven, muy despelotada y muy ingenua (así
éramos por entonces quienes la hacíamos), nunca fue una gran revista pero nadie
puede negar que era fresca, directa y verdadera. Hoy ya corrió muchísima agua
bajo el puente y esa sensación pionera, novedosa, ese llamado a la acción que
representaba no se puede reproducir; ni hablar de imitarlo. El metal es un
hecho consumado, tiene historia, tiene vigencia, tiene difusión y tiene
aceptación, todo esto inimaginable en los 80: ¿cómo vas a revivir las
sensaciones, los sueños y las expectativas de hace treinta años sin caer en el
ridículo? Hoy hay medios metaleros pero pocos valen la pena (por ahí la
Jedbangers es una de las escasas excepciones), muchos se han quedado en el
sectarismo, la pureza y la pelotudez más absoluta y se me ocurre que la apuesta
pasa por comunicar lo que pasa en este género no como un culto perfecto con
dogmas irreversibles y dioses intocables, sino como otra forma de mostrar tanto
la fantasía como la realidad, otro camino para pensar, cuestionar y vivir la
vida intensamente.

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